Fotografía tomada de Internet
Elaboración del pan (1)
Una vez la harina en casa eran necesarias una serie de faenas previas
hasta la elaboración del pan.
Cerner
Según la
definición de la Academia, cerner es
“Separar con el cedazo la harina del salvado, o cualquier otra materia
reducida a polvo, de suerte que lo más grueso quede sobre la tela, y lo sutil
caiga al sitio destinado para recogerlo".
Pues bien,
una vez la harina en el domicilio, la víspera del día que se va a amasar, se
efectúa el cernido, bien con el torno, en las casas que lo había o bien
directamente con el cedazo sobre la misma artesa.
Si se usaba
el torno, la harina se echaba por la boca con un capazo y mediante la manivela
se cernía, cayendo en tres compartimentos: el salvado grueso era para los
tocinos, gallinas o animales en general; el salvado del segundo cajón
igualmente para los animales; y el salvado fino o tercerilla para usos
domésticos, tales como para mezclarlo en las farinetas, o para echarlo en la
panera con el fin de que no se pegara la masa. La flor de la harina era para
pan y caía dentro de la artesa.
En el caso
de usar el cedazo, la harina caía directamente en la artesa y se separaba el
salvado, manualmente, para los usos indicados.
Era un
trabajo propiamente femenino y más bien de viejas, aunque se quisiera aparentar
lo contrario, por cuanto no se necesitaba de un esfuerzo desmesurado. Esta
coplilla lo dice todo:
Mi madre cierne
y yo m'enfarino
p'aque digan los mozos
que yo he cernido.
Posteriormente,
cuando la harina era de fábrica y no del molino, ya no se precisaba cerner.
Hacer la levadura
Sobre las
siete o las ocho de la noche se preparaba la levadura, a partir del creciento, que era un puñado de masa
procedente de la última amasadura y que se guardaba en una cazuela. Algunas
veces se conservaban para este fin las raspaduras de masa que quedaban en los maseros. El creciento no debía ser excesivamente viejo, ya que se formaba a
veces una costra en la parte exterior de la masa que lo hacía difícilmente
aprovechable si el contenido estaba demasiado reseco. Era norma habitual
pedirlo a los parientes o vecinos, para que fuera lo más reciente posible, pues
incluso la palabra creciento había
derivado en la de reciento, para dar
a entender la importancia que tenía que este fermento estuviera en las mejores
condiciones posibles.
Por tanto, esta masa fermentada se vertía en un lado de la artesa y mediante un
puchero de agua templada, añadiendo la harina adecuada, se amasaba para formar
la primera levadura, sobre la que se iba a realizar el resto de la amasada.
Este pequeño montón de masa, se tapaba con algún paño o con el propio tape de
la artesa y se dejaba fermentar durante seis o siete horas.
Amasar
Sobre la una
y media o dos de la madrugada, se inspeccionaba la levadura y si ya estaba en
su punto, se procedía a amasar. Previamente se preparaban cinco o seis litros
de agua caliente, dependiendo de la cantidad de pan que se deseaba hacer. Lo
normal era elaborar el suficiente para ocho o diez días, según el número de
componentes de la familia, con la finalidad de que durase el mayor número de
jornadas posible pero sin llegar a florecerse.
Teniendo en
cuenta que tenemos la levadura en un lado de la artesa y el resto de ella está
llena de harina, se vuelca el primer puchero de agua tibia sobre la levadura,
se añade la harina correspondiente y se empieza a amasar con las manos. El
resto, dependiendo de la cantidad de masa que se desee, consiste en ir
añadiendo agua y harina y amasando constantemente, diluyendo en el último
puchero de agua la sal correspondiente al gusto de cada familia. Este trabajo
duraba unas dos horas.
Al terminar
de amasar, se preparaba una cesta –ya llamada de horno por el tamaño- poniendo
en el fondo las marreguillas de lana
y encima los maseros de lienzo, de
forma que cuelgue lo sobrante por fuera de la cesta para la ulterior envoltura
de la masa. Se echaba la masa sobre los maseros
y se envolvía con ellos en primer lugar, para hacerlo posteriormente con las marreguillas como última capa del envoltorio.
Se dejaba reposar durante varias horas en el banco de la cocina, e incluso en
un cobertizo al calor de los animales, hasta que la masa hubiera subido lo
suficiente para llevarla al horno. Para comprobarlo, se hacía un hoyo en la
masa con los puños y cuando éste subía hasta recuperarse, significaba que la
masa ya estaba preparada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario