Elaboración del pan (2)
El horno, el hornero y la hornera
El horno era
común, de propiedad pública y lo administraba el Ayuntamiento sacando su
aprovechamiento a subasta anual al mejor postor. Era normal que acudieran a la
subasta las familias más humildes, generalmente con muchos hijos y pocas
tierras, con el fin de asegurarse el suministro de pan para el año. Como
normalmente eran siempre las mismas familias quienes lo administraban, poseían
una gran destreza por su experiencia en la profesión.
El
suministro de leña al horno, se hacía por turno entre los vecinos, de forma que
cada día le correspondía a una o dos familias hacer el acopio de la leña
adecuada, la calda, que se almacenaba
durante la tarde del día anterior en un espacio cercano reservado al efecto.
Como en esta época el pueblo contaba con unas 150 familias, a cada una le
tocaba el turno un par de veces al año, o un poco más, aunque a las viudas sin
familia se les dispensaba de parte de esta obligación haciéndolo solamente una
vez.
El hornero
era el responsable durante toda la jornada de su mantenimiento, para lo que era
necesario limpiarlo, sacando las cenizas del día anterior, encenderlo, poniendo
las lumbreras al anochecer e introducir y quemar la leña que le habían
preparado a tal efecto. Y además debía sostener el fuego sin apagar para que
conservara la temperatura adecuada, con el fin de que estuviera a punto en las
primeras horas de la mañana, cuando empezaban a acudir a cocer las amasadoras
que hubiera ese día. Para no perder calorías, bajada la puerta de la boca del
horno que caía como una tajadera accionada por una palanca y taponaba con
cenizas amasadas todas las grietas e intersticios que quedaban.
Por este
trabajo cobraba a las amasadoras del día a razón de un pan por cada treinta
cocidos, o la proporción correspondiente cuando no eran cantidades exactas.
Estos panes eran conocidos como poyas
(R.A.E.: Derecho que se pagaba en pan o en dinero, en el horno
común).
Igual que el
hornero, también recibían la poya los
que durante la semana habían hecho el aporte de leña. El pago de este tributo
también era en la misma cuantía, es decir, un pan por cada treintena amasada,
pero el reparto de estas poyas se hacía los sábados, entre todos
los que habían participado durante la semana, con el fin de que fuera lo más
equitativo posible, independientemente de las mujeres que hubieran amasado en
cada uno de los días.
Adelgazar
Pues bien,
cada mujer acudía al horno con su cesta, que contenía unos treinta o cuarenta
kilos de masa, todavía en proceso de fermentación, debidamente tapada con las marreguillas y los maseros. Para su trasporte hasta el horno a veces las mujeres se
servían de los palos. Se trataba de
un armazón de madera parecido a las andas, consistente en dos varas paralelas y
horizontales y cruzado por otras dos en el centro, que quedaba abierto, para llevar entre dos porteadores objetos
troncocónicos, como por ejemplo la cesta del horno. Ya en el recinto y con la
ayuda de alguien, se procedía a volcar el contenido de la cesta en uno de los
diversos tableros de madera existentes al efecto, para proceder a la
elaboración de los panes.
Se llamaba
adelgazar al acto de ir cogiendo puñados de masa para trabajarla
individualmente, añadiéndoles harina para que no se pegara a las manos y
dándoles la forma que posteriormente habían de tener como panes de pintera, de cinta, de peineta, etc., dejándolos
todavía entre pliegues que se hacían en los maseros, para que terminasen de
fermentar de nuevo e individualmente y no se pegasen unos con otros. Las
cañadas, aquí llamadas bollos, no se adelgazaban.
La pintera era un molde redondo de hojalata
con figuras geométricas, formando las mil y una florituras que se le habían
ocurrido al hojalatero en el momento de su fabricación. Iba provisto de un
mango del mismo material para poder presionar los dibujos del molde sobre la
masa y dejar la marca inequívoca de su propietaria. O bien, independientemente,
antes de ponerlos en las paneras cada mujer les añadía una marca, en base a
pellizcos, rajas, canutos o cañas, a modo de firma, con lo cual se evitaba
cualquier tipo de confusión en su correcta identificación.
La cocción
La panera
consistía en una tabla gruesa de madera, que se empleaba a modo de bandeja con
el fin de trasportar varios panes –de 2 a 4- desde el tablero hasta la boca del
horno de una sola vez. La masa de estos panes se colocaba sobre un lecho de
harina mezclada con un poco de salvado con el fin de que los panes resbalasen
con mayor facilidad al posarlos sobre la pala.
Los trabajos
de vigilar la cocción y los de introducir y sacar los panes del horno con la
larga pala los realizaba la hornera.
En este punto, necesito hacer una pequeña observación.
En esta sociedad rural, tan machista y tan patriarcal,
los trabajos estaban debidamente delimitados por géneros. A nadie le agradaba
que le llamaran mariquita por ir a por agua a la fuente, tratándose de un
trabajo propiamente femenino o que le descubrieran haciendo calceta o fregando
los cacharros. Son sólo ejemplos de una forma de sociedad ya desaparecida. Por
tanto, las faenas propias del hornero las
realizaba el hornero y las propias de la hornera las realizaba la hornera y
esto era así.
Continuamos.
Pues bien, en primer lugar se colocaba el contenido de las paneras en la pala de
la hornera, la cual los introducía en el horno, para sacarlos posteriormente ya
cocidos y depositarlos totalmente calientes sobre las losas situadas junto a la
boca del horno, a la espera de que los retirasen sus propietarias.
Una vez de nuevo colocado el pan ya
cocido en el tablero de cada amasadora, las que lo deseaban y como colofón a la
obra terminada, frotaban los panes con un trozo de astracán, que es la piel de
un cordero nonato o recién nacido, muy fina y con el pelo rizado, previamente
untado en aceite. De esta forma se le acentuaba a cada pan el brillo y la
textura para hacerlo más apetitoso.
Además de los panes, también se hacían
tortas, tortas escaldadas, rollos (roscones), coscaranas, mantecados, magdalenas,
bizcochos, brazos de gitano o "culecas" de Pascua, pero esta
repostería solamente llegaba a los hogares en fechas muy señaladas,
principalmente en las Fiestas.
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